María Victoria Canino, nació en la parroquia San Juan de Caracas, aunque su infancia transcurrió en un pueblo de Guarenas, estado Miranda, en una casa colonial propiedad de sus abuelos, que recuerda por las golondrinas, el fogón y el hongo con leche que preparaba su mamá. Poco después se mudaron a la urbanización Los Naranjos, en una zona bastante rural.
Su madre Marta Díaz de Canino, enfermera; su padre Teodoro Canino, dedicado al transporte de gasoil.
“Mi infancia fue divina, vivía en una casa de pueblo, tenía un cerro en la parte de atrás con muchas frutas; siempre estuve muy cerca de la tierra y también de los animales”, expresa.
Canino nació en una Venezuela desigual, conoció de cerca los efectos de las políticas neoliberales y se metió de lleno a la lucha por la defensa de los derechos de quienes eran silenciados por ser de izquierda. Cree profundamente en el poder transformador de las comunidades.
Comenta que siempre estudió en colegios públicos, uno de ellos el Laudelino Mejías y la secundaria la hizo en la Técnica Industrial de Guarenas, hasta el cuarto año; culminó sus estudios de bachillerato en el colegio Santos Michelena, en Caracas.
Recuerda que una de sus primeras acciones políticas fue la defensa de un profesor de matemáticas quien había recomendado la lectura del Pequeño Libro Rojo de la Escuela.
“Un grupo de compañeros nos organizamos para apoyar a este profesor, de hecho casi perdimos la materia, él nos hacía clases de recuperación, pero logramos que a él no lo sacaran del liceo; él estaba tratando de generar pensamiento crítico”, rememora.
También hizo teatro callejero en Cotiza y visitó a los presos políticos en el Cuartel San Carlos. “Ya tenía como una conciencia distinta, empecé a trabajar con los comités de lucha estudiantiles, comités de luchas populares, empecé a visitar distintos barrios de Caracas, empecé con el tema de la alfabetización”, en zonas como Propatria, Petare, el Barrio Los Aguacaticos, entre otros.
Desde pequeña supo que quería trabajar con las comunidades, escuchando a los integrantes de estos espacios, generando junto a ellos respuestas a sus problemáticas y acompañando el desarrollo integral. Así llegó a la Escuela de Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, de la que se graduó en 1985.
Ingresó al Instituto de Tecnología Venezolana para el Petróleo (Intevep), pero no trabajo en lo que quería, que era ambiente. Posteriormente, aplicó al posgrado en el Centro de Estudios de las Ciencias, con la doctora Hebe Vessuri, fue seleccionada, tras pasar los exámenes. Desde ese momento se ha dedicado a brindar sus conocimientos y experiencias en este espacio.
Su labor de investigadora la conjuga con la docencia y la maternidad. Cuenta que ha trabajado con temas sobre la industria petrolera, la ciencia, tecnología y género, cambio climático y género, cambio climático explicado a niños y niñas; entre otros.
“Desde 1998, hasta ahorita, este ha sido mi trabajo. Aquí también doy clases en el posgrado de Estudios Sociales de la Ciencia. Tengo un laboratorio de Ecología Política y soy la jefa del Centro de Estudios de la Ciencia”, refiere.
Considera que en materia familiar ha cultivado en sus hijos responsabilidad, transparencia, trabajo, esfuerzo, el estudio, conocimiento, solidaridad, sensibilidad por el otro.
“Comencé a hacer trabajo comunitario desde muy joven. Creo que tenía 16 años cuando comencé a meterme en los procesos de alfabetización con el padre (Francisco) Wuytack en La Vega; eso me marcó”, refiere Canino y agrega que lo que les movía era “acabar con la pobreza; porque había una injusticia muy grande”.
María Victoria Canino asegura que no se arrepiente de los caminos que tomó profesionalmente. “Yo estoy cómoda aquí. La docencia y sobre todo la investigación en el campo científico-social es mi
vida”.
Para ella la sociología es esencial porque le permite conectarse con las múltiples comunidades que hacen vida en el país, desde los científicos hasta los pescadores.
Considera que es necesario mirar cada vez más a las ciencias sociales y sus grandes aportes para las transformaciones profundas que amerita el país, contando con los testimonios, ideas y proyectos de las personas que conforman cada comunidad. Además, cree firmemente en el papel de las mujeres como motores fundamentales para liderar los desafíos que demandan estos tiempos, siempre desde el reconocimiento, el respeto y la generación de oportunidades para ellas.
Mincyt / Prensa: VG/ Fotos: AA.



