Por: Gabriela Jiménez Ramírez
El enigma de la elección.
¿Qué ocurre en nuestro cerebro en el preciso instante en que tomamos una decisión? Hasta ahora, observar este proceso en toda su complejidad había sido técnicamente imposible. Un consorcio internacional de 22 laboratorios ha logrado un hito histórico: registrar, por primera vez, la actividad completa del cerebro de un mamífero mientras toma decisiones simples, creando un mapa neuronal que redefine nuestra comprensión sobre el libre albedrío.
75.000 neuronas bajo observación.
El experimento, tan elegante en su simplicidad como revelador en sus resultados, involucró a 139 ratones. Estos realizaban una tarea aparentemente sencilla: observar una pantalla y girar una rueda hacia la izquierda o la derecha, según un estímulo visual, recibiendo una gota de agua como recompensa por cada acierto.
La verdadera innovación residió en la tecnología de monitorización. Los investigadores desplegaron 699 sondas Neuropixels –electrodos de última generación capaces de registrar actividad simultánea en cientos de neuronas–, que permitieron aislar y seguir la actividad de más de 75.000 neuronas distribuidas en 279 regiones cerebrales distintas.
La decisión como proceso distribuido.
Los resultados, publicados recientemente, pintan un cuadro fascinante que desmonta ideas preconcebidas:
- Percepción rápida vs decisión gradual.
La señal visual sigue el circuito clásico (tálamo → colículo superior → corteza visual) y se desvanece rápidamente. En contraste, la decisión se manifiesta como una “rampa” de actividad acumulativa que aparece segundos antes del movimiento, en regiones como el tronco del encéfalo, el tálamo y el cerebelo. - No existe un «centro de decisiones».
Mientras que ver es un proceso localizado y rápido, decidir es un fenómeno distribuido y gradual que involucra múltiples regiones cerebrales trabajando en concierto. - El terremoto de la recompensa.
Cuando el ratón acierta y recibe agua, una intensa señal recorre medio cerebro. Los sensibles equipos incluso captaron la oscilación rítmica (cercana a 10 Hz) correspondiente a los movimientos de la lengua al beber. - El movimiento como director de orquesta.
La velocidad con que los ratones giraban la rueda modificaba el estado de la mayoría de las regiones cerebrales, demostrando que la acción física altera profundamente la actividad cerebral global. - El peso de las expectativas previas.
En el caso más revelador, cuando los investigadores presentaron pantallas en blanco (0 % de contraste), los ratones acertaron en aproximadamente el 59 % de los casos. Esto indica claramente que el cerebro no se limita a procesar estímulos inmediatos, sino que incorpora expectativas aprendidas mediante experiencia previa.
Más allá del laboratorio.
Este mapa cerebral obliga a abandonar, definitivamente, la idea de un “botón de decisión” en el cerebro. La evidencia muestra que decidir es un proceso distribuido que mezcla percepción, acumulación de evidencia, acción y aprendizaje previo de forma inseparable.
Filosóficamente, estos datos matizan el debate sobre el libre albedrío: si bien el cerebro y el entorno permiten anticipar tendencias de comportamiento antes de que seamos conscientes de ellas, el sistema incorpora suficiente “ruido” como para no ser perfectamente predecible.
Socialmente, el mensaje es contundente: si nuestras decisiones incorporan, automáticamente, expectativas aprendidas, entonces factores como la educación, el contexto socioeconómico y la desigualdad influyen directamente en cómo decidimos, a un nivel profundamente biológico.